El COVID-19 ES LA ÚNICA ENFERMEDAD
En la cultura en la que vivo, – occidental, mexicana,
meridana, clase-mediera, universitaria – la vida está llena de situaciones que nos son
familiares, y a las cuales se espera que aprendamos muy fácilmente cómo
responder, por ejemplo, ir a la escuela y hacer amigas, aprender matemáticas y a
leer; también cruzar la calle para ir a la tienda, a usar el dinero para hacer
compras; de igual manera se espera que tengamos nuestro primer amor, elijamos
una carrera, no consumamos drogas, que nos casemos, que ejerzamos una
profesión, tengamos hijos, seamos profesionistas con éxito y un largo etcétera.
Todas estas “cosas de la vida” se experimentan simplemente como lo que hay que
hacer, ya que es lo conocido, lo que sigue en la vida – eso dicen las etapas de
desarrollo y sus tareas ¿no? – Esto conocido nos da certeza y nos hace saber
hacia dónde ir y cómo debemos responder.
Esas cosas obvias de la vida, la han hecho parecer ordenada,
lineal, predecible. ¡y vaya que eso es bueno! Pero en realidad nadie nace
sabiendo cómo vivir la vida. Las personas como yo, esas a las que lo obvio de
la vida, no les es obvio, no sabemos cómo responder, ni a lo que parece
elemental, y mucho menos a las situaciones que nos sobrepasan. Necesitamos
aprender, y a veces con muchas repeticiones. Hay quienes sí tropiezan con la
misma piedra. Como ser humano, las respuestas comunes cuando no sabemos “qué
hacer con la vida” suelen ser molestia, frustración, miedo, preocupación,
tristeza, confusión, derrota, simplemente estar desarmada. Si las situaciones
son muy difíciles nos desbordan a veces hasta colapsar. Pero las personas
estamos desbordadas y colapsamos por los problemas de la vida, no estamos enfermas.
La salud mental y todo el discurso del déficit han
transformado las dificultades de la vida en enfermedades que necesitan ser
curadas, o, dicho de otra manera, han convertido a las personas en apuros para
lidiar con los problemas de la vida, en enfermos que deben ser curados. Las
personas que acuden a los consultorios de psicólogos y psiquiatras de lo que
van a hablar, es de los conflictos en la vida. Conflictos individuales, de
pareja y familiares que están asociados de maneras muy diversas y complejas a
la desigualdad social, a la falta de oportunidades, al no empleo, la
segregación, la discriminación, a la violencia, a las insatisfacciones y a la
enorme incertidumbre que todo esto y la vida misma, generan. ¿Cuántas crisis
familiares serían menores si todos tuvieran un trabajo bien remunerado?
¿Cuántas crisis de pareja serían manejables si hubiera una participación
equitativa en las responsabilidades? ¿Cuántas crisis personales serían menores
o no existirían sin el miedo al qué dirán y al rechazo?
Si las cosas rutinarias de la vida, esas predecibles,
las bien conocidas, son capaces de llevarnos a la desesperación y al colapso, ¿qué
podemos decir de aquellas que nos hacer ver sin filtros la incertidumbre, la
vulnerabilidad humana, la inseguridad de las cosas, la fragilidad?
Casi todo lo que llevamos del 2020 lo hemos vivido en
Cuarentena, es una situación “de la vida” totalmente inesperada, que ha puesto
en riesgo no solo la salud física, también los empleos, las relaciones
familiares, la estabilidad en general. Es una situación tan excepcional en la
vida que no sabemos cómo enfrentarla. Organizaciones mundiales, gobiernos en todos
los niveles, instituciones de salud, educativas, familias e individuos hemos
tenido que improvisar e inventarnos estrategias, protocolos, nuevas maneras de
vivir. Todo esto sumergidos en una tremenda incertidumbre, en un miedo colosal,
en una desestabilización desconocida.
La única enfermedad con la que tenemos que lidiar en
estas épocas de pandemia es la producida por el COVID-19, todos nuestros
miedos, frustraciones, ansiedades, confusiones, tristezas, desánimos, molestias,
derrotas, que pueden desbordarnos y a veces hacernos colapsar, son parte de
nuestra humanidad, son respuestas a lo desconocido y amenazante. Es evidente
que como personas estamos sufriendo, estamos preocupadas, nos sentimos agobiadas.
Pero no estamos enfermas. Necesitamos aprender.
Cuidado con los que hablan de “la ansiedad, como otra
pandemia”, los que hablan del “síndrome de la cuarentena”, de los que dicen que
las enfermedades
mentales, son el lado oscuro del Covid-19, ya que las personas experimentan ataques de pánico, problemas para dormir, pérdida de apetito e
irritabilidad asociados al confinamiento; aguas con los que proclaman sobre “las secuelas mentales
que dejará el Covid-19” refiriéndose a la ansiedad, depresión, agorafobia o brotes de
pánico. Cuidado con la idea de la “depresión, como la otra enfermedad por coronavirus” que sin reparo
difunden de que la pandemia del futuro se llama depresión, ya que se encuentra
detrás del 60% de los suicidios, pero que no olviden que el desempleo también.
No permitamos que conviertan nuestra sensibilidad y susceptibilidad
humanas en una enfermedad, que patologicen nuestros miedos,
preocupaciones y respuestas a la vida, a nuestro proceso de aprendizaje de la
vida, a la manera como respondemos a las dudas, a las inquietudes que nos hacen
Ser Humanos, aunque duela, aunque asuste, no dejemos que nos roben nuestra
humanidad. Miremos con esta pandemia todas las lecciones de vida que
necesitamos aprender en este mundo global.
Dora Adolfina Ayora Talavera PhD.
Terapeuta y Directora de Quinientos25
dora.ayora@gmail.com
Gracias por ayudarme a recordar que ser y sentir es parte de vivir...y que en este vivir se ve implícito el constante aprender, caer, aprender ...a lo cual se le puede matizar un sin fin de veces al paso del tiempo, de nuestro crecimiento y nuestro propio entendimiento de quienes fuimos, somos y estamos siendo.
ResponderBorrarGracias por tu comentario :)
BorrarMuchas gracias por reenfocar mi perspectiva.
ResponderBorrarGracias por tu comentario :)
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