LA CULPA

Por Alicia Ayora Talavera MP

Partiendo de que la curiosidad o necesidad de saber y experimentar, son cualidades innatas en el ser humano, habría de considerarse que inevitablemente “el error” está implícito en ellas; y su tradicional producto “el sentimiento de culpa” pudiera usarse simplemente como un detonante en la consciencia para corregir lo corregible y hacer las cosas de diferente manera, en lugar de convertirse en un golpeteo al amor propio frente a cualquier acto que no resulte lo esperado. Es un error considerar al error como algo que amerite castigo moral, físico o emocional.

Todos saben cuándo mienten pero no cuando se equivocan, uno se da cuenta del error después. Los errores nunca son intencionales, no hay plena consciencia de lo que se hace, y mientras no la haya, no es posible asumir la responsabilidad  de lo hecho. Desde lo más pequeño como derramar un vaso de agua, hasta golpear a alguien convencido que así se educa. Actuar deliberadamente (con reflexión previa) aun sin alcanzar a dimensionar todas las consecuencias, no es error,  es un acto irresponsable, con alevosía y ventaja.

Así que  cometer errores es un derecho porque de esa manera se aprende. Pero ¿Cómo se quita la culpa de encima si permanece aún de haber reflexionado y hecho consciencia?

Actuando.

Actuando dentro de las propias posibilidades y hasta donde la dignidad permanezca intacta frente a quien se erró. Si es frente a uno mismo, urge auto compadecerse, para ello hay que dejar de juzgarse. Se suele ser el juez más duro con uno mismo.

La culpa se aprende. El castigo la impone y reafirma. Enseñar a un niño a sentirse culpable no garantiza que sea un adulto responsable, pero si una persona que viva con culpa continua.

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