¿DÓNDE ESTÁN TODOS? Por Alicia Ayora Talavera

 


Trabajar con mujeres que viven violencia extrema ha sido un proceso de introspección muy duro, lo más difícil es hacer conciencia, es decir, llegar a ese lugar en el que aterrizo la explicación de lo que considero como cierto. ¡Qué difícil ha sido responder porqué creo lo que creo y hago lo que hago! Mirarme y poner en duda mi sistema de creencias y valores. Tuve la suerte de haber sido educada por una mujer y un hombre que no supieron responder a mis preguntas, pero respetaron la libertad de encontrar mis propias respuestas, eso ha sido fundamental para cuestionar todo lo que me rodea y sin saberlo, poder emanciparme.  

Estamos rodeados de historias de violencia hacia las mujeres que van del más sutil sometimiento hasta las acciones más descaradas y brutales, y el mundo parece seguir girando impertérrito, quizá porque sucede en el ámbito privado que ya no lo es tanto porque todos, todos, vecinos y autoridades los saben. La responsabilidad social se ha reducido a un discurso de dientes para afuera y que parece no incluir a las mujeres.

Una verdadera consciencia social requiere de mirarse y reconocerse como seres biológicos ineludiblemente ligados a la cultura, ello, nos concede la elección de no ser partícipes o perpetradores de la violencia y si plenamente responsables del mundo que construimos, porque sólo así es posible entender que, si la violencia hacia las mujeres persiste, es resultado de nuestras acciones.

El día que terminamos de escribir la última hoja de esta breve parte de la historia de Aracely hasta ese momento, en sus ojos había esperanza. De eso ya, son cinco años. Alcanzó a dar un respiro de algunos meses antes de que Francisco regrese a seguir ejerciendo implacable su violencia sobre ella. Ha sido un desgastante peregrinar de denuncias y supuestos trámites inútiles que se quedan en el escritorio, aprehensiones de un par de horas a este señor que con trescientos pesos es liberado. Las evidencias nunca son suficientes para consumarse un juicio sobre Francisco y Aracely reciba justicia, pareciera que están esperando a que la mate.

El daño es inminente, no solo sobre Aracely, sino sobre su propia hija. 

Ojalá y bastara emanciparse, pues mientras la ley no se aplique sobre aquellos que atentan contra la integridad de las mujeres, todas seguimos en riesgo.

Aquí unas palabras de Aracely especiales para este momento:

“Puedo perdonar, pero la mente no olvida, retroceder el tiempo, imposible.

Oh alma mía que anhelas no recordar aquella tarde soleada”.

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